lunes, 9 de febrero de 2015

Mi nuevo blog


Tras siete años de publicar en La Bitácora Liberal, decidí que llegó la hora de cambiar de casa y abrir la mente a un espectro más amplio de ideas.

Este blog me dió la gran oportunidad de ordenar mi propio pensamiento y de reconocer mi nomos espiritual, filosófico y político.- Comencé escribiendo en La Bitácora Liberal a fines del 2008, desde la vereda de un tipo objetivista y agnóstico, y hoy me despido siendo casi lo contrario: un gran entusiasta del tradicionalismo evoliano, estudioso de las religiones (en especial del Islam y del Mazdeísmo) e iniciado en las ciencias del Interaccionismo Simbólico o Arte Real.

La vida nos cambia y es justo hacer carne la evolución de nuestro pensamiento; yo amo escribir, pero no me siento (cien por cien) representado en La Bitácora Liberal, que si bien es un espacio que amo, seguirá aquí como un registro histórico, velando mis ideas, paradigmas y la manera en que enfrentaba la realidad cuando tenía entre 24 y 27 años de edad.

La rueda del destino sigue girando y el presente direcciona mi pluma sobre un nuevo sitio: Civilización en Movimiento, una plataforma menos ideológica y más compenetrada -quizás- con la que siempre ha sido mi pasión primera: el estudio de la historia y de la antropología.

martes, 21 de octubre de 2014

Giordano Bruno


A cuatro siglos de su silenciamiento: Giordano Bruno, nombre que da vida a innumerables logias masónicas, editoriales, bibliotecas e instituciones de pensamiento laico en general, se transmutó en mensaje, en acción y en la encarnación misma de la metafísica occidental, una que -a juicio del gran Nietzsche- debemos desprender de toda una carga de superchería judeo-cristiana, hasta llegar a la lucidéz filosófica de los griegos y al espíritu práctico y fría racionalidad de los romanos.

Condenado a la hoguera por la Santa Inquisición en el año 1600 de nuestra era, por defender un orden de ideas -rastreable hacia los presocráticos- que contrariaba los dogmas eclesiásticos, más no la verdadera naturaleza de Dios, el "gran nolano": astrónomo, místico y sofista, fue principal precursor del pensamiento renacentista, un gnóstico panteísta para quien Dios y su creación (el Universo) son el UNO (el TODO) e indivisibles, lo incombustible, lo infinito.

Bruno, intelectual libertario de naturaleza inconformista, nace desde luego en la cuna más privilegiada del pensamiento europeo y escolástico: la Italia de fines del Medioevo, particularmente en un villorrio cercano a Nápoles (la antigua "Nea Polis" de los griegos), capital del mundo de las ideas y cruce de civilizaciones (latina, griega, germánica, bizantina). Contrario en gran medida a Aristóteles (y en tanto a sus traductores: Santo Tomás y Averroes), Bruno no está de acuerdo con la idea de que el universo tiene límites y el tiempo es infinito, propone en cambio que el primero es infinito y el tiempo -aunque no lo señala claramente- una ilusión: los "ciclos del ser" que no son más que meros "accidentes" en el eterno transcurrir de la existencia única: la de Dios.

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Aquello que llamamos mundo (ya sea la tierra, ya sea el Universo/Multiverso o nuestro habitat más cercano) está plagado de "seres": existencias efímeras, "accidentes" (como los llama Bruno), ilusiones, falsos dioses, insignificantes porciones del TODO. Aquellos seres nacen, se desarrollan, mueren y remergen bajo un sin fin de formas, siendo "el cambio" la principal ley que les rige, una constante que atemoriza a los "seres conscientes", ansiosos frente a la certidumbre de la muerte; la semilla germina, se expande por la tierra, se convierte en raíces, las raíces afloran en forma de planta para trocarse en árbol, luego el árbol fenece y se convierte en abono y oxígeno, es decir en más vida y así una y otra vez la parte vuelve al TODO, nada es ajeno al TODO, nada puede serlo. Tras todas aquellas máscaras, invariable únicamente es la naturaleza de Dios y en ella Bruno contempla una voluntad de eterna vida, de lo cual se desprende que Dios no es un "ser" (un Demiurgo) que reviene sobre sí mismo, sino la escencia única e infinita que está en constante expansión, como el Universo/Multiverso (su obra y alma).

Aquel pensar libre de dogmas (librepensamiento) e indiferente ante la "palabra revelada" es sin duda la génesis misma del pensamiento liberal, el gran legado que nos dejara Giordano Bruno y por el cual bien valió su sacrificio en calidad de mártir. El orden de ideas -refrescante para la época- es de todas formas un revenir de la cosmovisión griega y tras ella, de las enseñanzas más herméticas del Antiguo Egipto, que a su vez fueron atribuídas a la mítica Atlántida y que aún hoy encontramos disgregadas y mezcladas con las más adulteradas supercherías en todo el mundo euroasiático, donde han pugnado y colisionado desde tiempos inmemoriales la espiritualidad ario-solar y el materialismo de los entes telúricos, representando unos la gnosis (el "conoce por ti mismo") y otros el dogma (la "palabra revelada es ley"), dualidad que hasta estos días siembra dudas y discordias en nuestras frágiles mentes y espíritus.

El panteísmo de Bruno se torna significativo a inicios del siglo XIX  en la gestación del llamado movimiento constitucionalista de Occidente, resuelto en separar la religión (vía espiritual) del Estado (vida civil), para dar fundamento a la república parlamentaria como forma de gobierno indispensable de los nuevos países independientes, gestados sobre la base de la pluralidad étnica. Es sustento metafísico en el ideario de Hobbes, Locke, Adam Smith y otros grandes precursores del liberalismo tradicional (prudente, honesto) y se respira también en las magnas obras del suizo Hermann Hesse: "Siddharta", "Demian", "El Lobo Estepario", "La Ruta Interior"... en el sufismo cristiano de "El Profeta" de Khalil Gibrán y en la filosofía positiva del New Thought (sgls XIX-XX) así como en los escritos del gran Emerson, quien en su ensayo "Compensación" (1841) expone lo siguiente:"El alma se esfuerza en vivir y obrar a través de todas las cosas. Quisiera ser el hecho único. Todo lo demás, poder, placeres, saber, belleza, le sería dado de añadidura".

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domingo, 28 de septiembre de 2014

Teorías y supuestos: ¹El origen celta de Jesucristo

La cruz celta, sus motivos fueron reivindicados en la Edad Media por el Temple francés

Más de la mitad de mi vida he estudiado la historia con total fascinación; indagar la grandeza del Imperio Romano, los misterios de Egipto, la magia de los babilonios, el fascinante mundo de los persas, las proezas de Alejandro Magno y la expansión de la cultura griega, los reinos germánicos y su aporte a la moderna matriz Estado-Nación, el Mundo Musulmán y las grandes urbes del conocimiento medieval: Bagdad, Damasco, Al Andaluz, el Renacimiento y el revenir de lo helénico, el descubrimiento de América, las culturas precolombinas, la Era Moderna, la Revolución Francesa, el iluminismo y la Independencia de los Estados Americanos, la Revolución Industrial, la Primera y Segunda Guerra Mundial... en fin, la historia lo es todo para mí, en especial porque mis orígenes raciales/culturales están en el viejo mundo donde el legado de todas las épocas convive con el presente y a menudo le sirven de referencia.

Pero así como existe una historia oficial, que se encuentra registrada en los libros y ha sido complementada con la arqueología y la tradición oral de los pueblos, existe también un "lado B" que da vida a versiones más heterodoxas de la historia, las cuales -si bien pueden dar espacio a las más disparatadas teorías- comúnnmente tienden a incomodar a la oficialidad, pues sin duda, en contadas ocaciones, ponen mayor claridad sobre los baches y sombras de muchos eventos históricos, apenas parcialmente explicitados por la historiografía oficial. 

Es un hecho, por ejemplo, que las grandes pirámides de Egipto no son las tumbas de farahones (como aún sostiene la oficialidad) sino templos de iniciación y magia, posicionados y construídos severamente sobre puntos de energía terrestre a modo de máquinas o generadores eléctricos. Se sabe que la técnica templaria empleada en las pirámides de Egipto fue imitada por los judíos en el mítico Templo de Salomón, construído en Jerusalén hacia el año 1000 antes de Cristo y varios siglos más tarde pasaría a formar parte de los misterios islámicos y cristianos, particularmente de los gremios de constructores, conocedores y empleadores de la llamada "geometría sagrada": técnicas, medidas y conocimientos ancestrales, en armonía con la perfección del Universo, que establecen los parámetros bajo los cuales fueron construídas las principales mezquitas del Mundo Islámico y las grandes catedrales de Europa. Llama la atención que el lugar de emplazamiento del antiguo Templo de Jerusalén se encuentre disputado desde la temprana Edad Media por el ideario de tres religiones (judaísmo, cristianismo e islam) en lo cual muchos historiadores heterodoxos como Mariano Fernández Urresti ven una causal esotérica: la de ser un centro de poder, es decir un verdadero imán espiritual que le convierte en punto de peregrinación obligado, a la par de construcciones templarias posteriores como la Kaaba o los templos del Camino de Santiago.

Ciertamente, el lado heterodoxo de la historia complementa y permea el conocimiento oficial con ideas interesantes, considerables y no pocas veces revolucionarias, una de ellas es la que hoy quiero presentar: la teoría del origen celta de Cristo, una teoria aún subterránea pero apoyada de sólidos fundamentos históricos y por la espiritualidad contrastante (en relación al judaísmo) del propio Cristo, registrado en las escrituras del Nuevo Testamento.

La de los celtas es tal vez una de las culturas más infravaloradas de la historia, dada a conocer principalmente por testimonio de los historiadores romanos. Provenientes de la Europa Central (Actual Francia y parte de Alemania) se extendieron hacia el norte por las islas británicas, hacia el oeste por la península ibérica, hacia el sur por la Padania (norte de Italia) y hacia el este por los Balcanes, incursionando inclúso hacia Grecia y fundando colonias en la Anatolia Central (Actual Turquía), la que recibió el nombre de Galatia. Sus incursiones por el este del Mediterráneo, los llevaron inclúso a fundar pequeñas colonias cerca de Gaza y en la Palestina histórica, una de las cuales habría sido Nazaret, pequeño villorrio ubicado en las colinas de Galilea (nombre que hace referencia a los galos = celtas) donde habría nacido el Mesías cristiano.

"Suicidio de un gálata", estatuilla griega que plasma el conflicto histórico en que muchos de los celtas anatólicos prefirieron el suicidio a entregarse a sus enemigos helénicos.

Se sabe además sobre la vida de Jesús, que este no estuvo cuadrado en ninguna de las principales facciones religiosas del judaísmo: ni saduceos (judíos ortodoxos) ni fariseos (judíos helenizados y heterodoxos) y que habría pertenecido, en cambio, a la secta de los esenios: un cultivo de influencias filosófico-espirituales helénicas, persas e inclúso egipcias, que era vista por el común de los judíos como una infiltración gentil. De Nazaret y otras regiones palestinas por las que transitó Cristo, conviene saber también que estaban habitadas por un alto número de gentiles (extranjeros), por lo que muy probablemente a su llegada a Jerusalén, Jesús fue considerado gentil y por la misma razón -atestiguan las escrituras- se le vió y trató con recelo entre los judíos. Jesús mismo se nos refleja particularmente distinto de los judíos, cuando se refiere a ellos en tercera persona, ataca en el Templo a los fariseos, a quienes llama "hijos de su padre el Diablo" o cuando pronuncia la parábola del Buen Samaritano, otorgando consideración a una nación -si bien desprendida del tronco israelí- odiada por el común de los judíos.

En los tiempos de Cristo la Palestina histórica formaba parte del Imperio Romano, sin embargo este no había logrado influír aún sobre su cultura e instituciones, a diferencia de la cultura greco-helénica instalada en la región desde la invasión de Alejandro Magno y la instauración del Imperio Seléucida que movilizó gran contingente de griegos, macedonios y sirios por la región. En ese contexto nace Jesús, en un mundo convulsionado y cargado de influencias, de religiones y cosmovisiones contrastantes, con la mitad del pueblo judío radicalizado políticamente y sus altos cargos, rendidos al poder romano. Entre tantos pseudo-profetas, guerrilleros y estafadores que prometieron salvar al mundo judío de sus dominadores, unos pocos vieron en Jesús al Mesías, pero la gran mayoría lo despreció, lo cierto es que Jesús hizo suyo un ministerio distinto del judaísmo, manifestando a un Dios tolerante y pluralista al que no llamó Jehová sino Padre y que más se asemeja al Aura Mazda de Zoroastro, es decir al Dios Luz de la tradición ario-iránica, que es el mismísimo Sol Invíctus, adaptado por Constantino como eje de la Iglesia Romana.

"Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá luz de vida" nos dice Jesús, convertido ya en el arquetipo ario de Cristo en Juan 8:12, lo cual sin duda es una referencia o devenir del mitraísmo o más bien del mazdeísmo iranio que concibe la existencia como una lucha entre la luz (el bien supremo) y la oscuridad. Otro hecho significativo que alimenta las pistas sobre el orígen zoroastriano del cristianismo, es el hecho de que el día de su nacimiento (25 de enero, coincidente con las fiestas solsticiales), el niño Jesús -nos cuenta la Biblia- fue visitado por tres reyes magos, provenientes de Persia que pusieron a sus pies regalos que huelen a simbolísmo alquimico: Oro, Mirra e Incienso.

De algún modo u otro, todo lo que rodea la vida de Cristo y su cisma del judaísmo tradicional, se encuentra copado de referencias a la espiritualidad aria, lo cual -a mi entender- explica el hecho de que poco tiempo después del sacrificio del Mesías cristiano, el Imperio de Roma, bajo el mando de Constantino adaptara la figura de Jesús-Cristo y la fusionara con el arquetipo del Sol Invictus, máxima espiritual de los romanos y de los pueblos arios de todas las épocas y latitudes, incluídos los hitititas: parciales ancestros del pueblo judío. Siglos más tarde, en época de las cruzadas, San Bernardo de Claraval y la orden del Temple (los caballeros Templarios) provenientes del este de Francia, aún siendo cristianos acérrimos como dictaba la época, parecieron interesados por conectar sus hallazgos en Tierra Santa con la vieja tradición druídica de los celtas, es así que el valle de Claraval se encuentra emplazado en un pantano, que en tiempos pre-romanos habría sido un enclave de poder para los cultos celtas, lo mismo la iglesia gótica de Chartres, construída con fondos templarios y bajo preceptos de la "geometría sagrada" que -supuestamente- los templarios rescataron de los planos originales del Templo de Salomón en Jerusalén, Chartres fue construída sobre las ruinas de un templo druida, donde tiempo más tarde sería encontrada la figura de una venus o virgen negra.

Otro tanto se ha dicho de la descendencia del Mesías, existiendo el supuesto de que entabló unión con María Magdalena y que la descendencia de ambos (el Santo Grial = Sangre Real) emigró al sur de Francia, donde curiosamente floreció la secta cristiana de los cátaros (exterminados por orden de la Iglesia de Roma hacia el siglo XII) que practicó un cristianismo de humildad (semejante a la posterior Orden Franciscana), en contacto con la naturaleza y lleno de preceptos gnósticos y dualistas, que recuerdan a la filosofía esenia. Una vez más, las Galias y el Mundo Celta entabla contacto mítico con el Cristo de Galilea como dos polos de energía que se atraen mutuamente, Será Jesús ¿un probable descendiente de los celtas?, ¿el nuevo Zoroastro? o ¿la encarnación de Ahura Mazda?, lo único certero es que Jesús-Cristo, a diferencia de los profetas de Israel, democratiza a Dios y lo desvincula del supuesto monopolio de una "nación elegida" como hace el judaísmo, para reflejarlo desde entónces como el padre de la creación y por tanto de toda la humanidad, ¿será por eso  que el Talmud y el Sionismo desprecian al Salvador, que el Islam místico espera su segunda venida junto al Mahdi o que la Iglesia Romana y la Ortodoxa -a diferencia del cristianismo evangélico filosionista- no puedan ocultar el ser abiertamente antisemitas?

Vista desde las montañas de Galilea, en la actual la Israel, la eterna Palestina

sábado, 14 de junio de 2014

El Kurdistán y los Arios de las Montañas

 Niña parsi de Irán, elevando sus manos hacia lo alto (hacia Ahura Mazda) en presencia del gran profeta Zoroastro

Veneran a Dios como fuente de la luz, de la vida, de la justicia y del amor sobre un universo dual, compuesto por la conjunción del espíritu y la materia, de lo inmortal y lo finito, de lo puro y lo corrupto. Practican desde hace miles de años una religión donde el Sol, el fuego y las montañas son lenguaje simbólico de purificación y el eje de sus ritos iniciáticos.

Se llaman así mismos arya, "los puros", "los nobles" en referencia etnica a sus ancestros nórdicos que se internaron en el Cáucaso y las montañas de Siria-Anatolia cerca de 2000 años antes del nacimiento de Cristo, para luego extenderse hacia el sudeste, hacia Mesopotamia, los montes Zagros, la meseta iraní y el norte de la India, donde el contacto con la raza dravidiana impulsó la creación de un sistema de castas, útil para mantener la pureza de la minoría racial dominante y una tradición solar, que subyuga los impulsos de la carne a las virtudes del espíritu.

En Siria-Anatolia, los arya optaron por crear herméticas comunidades sobre las montañas, de modo de mantener vivos el legado y tradición de su espiritualidad solar, y también como modo de protección natural (reducto o fortaleza) frente a la avanzada de los pueblos mesoorientales del desierto y el llano, cuya composición racial y espiritual eran divergentes. Es de suponer también que en las montañas, estas gentes se sintieron en mayor contacto con su Dios y libres de toda una procesión de dioses, idolatrías, ritos y convenciones espirituales, connaturales al espíritu cosmopolita de las grandes ciudades del antiguo Medio Oriente. La montañas son también, testigos privilegiados de las puestas de Sol, el lugar donde los arios depositaban los cuerpos de sus muertos para que fueran reducidos por los buitres, realizaban en ellas las ceremonias del fuego y sorbían condiciones climáticas semajantes al gran norte, de donde provenían sus antepasados.

 Ceremonias del fuego, en la primera imágen: parsis de Irán, en la segunda: musulmanes del Kurdistán
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Pero el concepto arya no es del todo una referencia étnica o racial, eso más bien sería su acepción exotérica o materialista, esotéricamente -y sobretodo en la India- arya es una alusión a aquellos iniciados en el ethos solar, los "nacidos dos veces", quienes -se sopone- han muerto para el materialismo y los vicios de la carne, para nacer en cambio a la vía del espíritu, conllevando esta la apertura de un tercer ojo (ajna chakra) hacia la dimensión del mito y de los arquetipos fundantes de la raza aria. Bajo esta perspectiva, sacerdotes y soldados deben configurar la cúpula de las sociedades, recae sobre ellos la iniciación o "segundo nacimiento" y en tanto la responsabilidad de cuidar el destino del pueblo o nación que tienen a cargo. 

Nadie mejor que "un nacido dos veces" está en condición de velar por la prosperidad de un conjunto social (comarca, pueblo, ciudad, país, imperio), bajo estos parámetros el líder o la casta dominante estará blindada frente a la corrupción que imponen la riqueza y la lujuria, prefieriendo ante todo el honor, la gloria y la integridad. Esta visión primó también en la Grecia de oro (funda por antiguos colonios arios) sobretodo en la visión platónica del filósofo-rey, aquel que hace suyo el tótem o alma de la nación, guiándola siempre hacia la virtud. Se nos refleja de forma patente también en el geist guerrero de la antigua Roma, una sociedad de soldados ario-latinos (arribados originalmente desde el sur de la actual Alemania) que despreciaron el espíritu burgués de sus civilizados dominadores etruscos y otras sociedades mediterrráneas, al punto de conqustarlos a todos, siglos después esas conquistas fueron también su pérdida pues el "romano civilizado" no era ya el romano guerrero y -parafrasieando a Julius Évola- tanto en la sangre como en el espíritu habría decaído.

En el Oriente, la concepción esotérica del arya refleja toda su grandilocuencia en la lápida del rey Dario, inmortalizada en Persépolis:
"Yo soy Dario, El Gran Rey, Rey de Reyes, … hijo de Vishtasp, el Aquemenide, un ARIO, hijo de un ARIO, un ARIO de linaje ARIO"
Es precisamente en las montañas al este de Persia donde emerge la religión del profeta Zoroastro: una filosofía solar aria, revestida con los colores del monoteísmo. En Zoroastro comprondemos que la luz ha de primar siempre sobre la oscuridad, sólo la luz da vida y que lo alto (el cielo) ha de ser la aspiración del alma humana y no su rendición al pavimento... todo viene de arriba, todo se construye desde arriba nos recuerda el gran profeta persa en la noble religión que precide, donde los dioses dorados de los arios occidentales y de los arios hindúes, se transmutan en el Dios único, de la luz: Ahura Mazda, el mismo Dios del nuevo testamento develado por Jesus-Cristo.

 Templo solar en algún lugar del Kurdistán turco

Existen sólidos fundamentos, para sostenter que los arquetipos espirituales del cristianismo son los mismos del zoroastrismo persa y ambos atribuíbles a la tradición solar aria. Esta tradición también es perceptible en las enseñanzas espirituales más herméticas del antiguo Egipto, atribuídas por los sacerdotes de los templos a un conocimiento atlante, también solar, pero probablemente anterior a la humanidad rastreable. Otro tanto se puede decir también de la religión judía y el islam, aquel judaísmo que nos habla de un reino añorado: Salem, de un rey justo: Melquisedec y de un templo solar, el templo de Salomón es un hebraísmo ario, pues los antiguos judíos -desde su cuna cananea- al igual que los fenicios tuvieron también mezcla de sangres con los arios residentes de las montañas del norte de Siria, aquellos que en su tiempo fueron conocidos como pueblos hititas y mitannis... los hititas, particularmente, son mencionados en el Antiguo Testamento y a la caída de su imperio en Siria-Anatolia habrían creado pequeñas ciudades-estado por todo el Levante (desde Siria a Palestina) tras lo cual se fundieron una tradición solar aria y una tradición lunar semita, resultante de ello la religión del judaísmo, que con el paso de los siglos hibridará también elementos de los saberes y religiones de Egipto, Mesopotamia y Grecia. El puritanismo de un Isaías y de un Cristo que ha llegado a vislumbrar la corrupción del templo (de Salomón) proponiendo reconstruírlo en tres días desde el plano espiritual, es un claro reflejo del sustrato solar-ario que se resiste a morir en el judaísmo.

En el Islam, muchos elementos hay también de cristianismo y judaísmo, pero es sobretodo la religión zoroastriana la que extiende sus luces a esta noble religión, particularmente en su veta persa o iraní: el chiísmo, tanto septimano como duodecimano. La misma palabra: Islam es traducible como sumisión a Dios y esta idea traducible a la vez como sumisión a la luz o sumisión a la nobleza del espíritu por sobre la corrupción del mundo material. La figura del sufi o del buen sheij es en tanto la encarnación islámica del filósofo-rey, un guía espiritual del pueblo, por lo general reducido a la dimensión de la comarca... para esta religión -menos desértica y mahometana de lo que se piensa- al igual que en todo el ethos ario, nada puede ser contrario a la integridad, por tanto no se practica una separación entre vida y fe, entre política y religión, todo ha de pertenecer al mismo orden y todo ha de ser dominado por la voluntad del espíritu, una voluntad de amor y de justica. Lamentablemente, aquel Islam corrompido que nos vienen vendiendo -en forma de integrismo religioso- desde el 11 de septiembre de 2001 los medios de comunicación sionistas, es el llamado "Islam Político", un Islam de laboratorio, fundado a comienzos del siglo XX por reformistas liberales, masones y agentes imperialistas como el egipcio Hassan el Banna, fundador de la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, que se oculta tras Al Qaeda y el Talibán, agrupaciones hoy financiadas por la CIA para desestabilizar políticamente la región.
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Los decendientes de los hititas, mitannis e iranios sobreviven aún hoy en la región del Kurdistán (extendida entre Turquía, Siria, Iraq e Irán), bajo signos de una pureza racial destacable, de sus aportes no sólo derivan las altas filosofías, religiones y ciencias de Persia y la India; el islam, el judaísmo y el cristianismo que emergieron y se extendieron por aquella región del Cercano Oriente y Asia Central son reminisencias de sus arquetipos, espiritualidad y cultos solares. Hoy en día, no sólo los kurdos, sino también los maronitas, los alauitas y drusos de Siria-Líbano así como la raza de los samaritanos -todos provenientes de las montañas de Siria- pueden jactarse de ser los más puros descendientes de aquellas nobles huestes solares que emigraron hacia el sur del Cáucaso y que con el paso de los siglos continúan practicando los mismos ritos, venerando con igual ímpetu al fuego y al Sol, rezando a los prodigios de la luz o retirandose a sus ermitas montañesas, alejadas del mundanal ruido, ministerio común en San Marún y San Charbel, incansables buscadores de Dios, de quienes se testifican grandes milagros en la dimensión de la fe. La montaña es el gran generador espiritual de los arios de Oriente, el refugio de chatrias y brahmanes solares, la Alamut del Viejo de la Montaña y el templo simbólico samaritano, donde aquellos judíos heréticos se reencontraron con la verdadera esencia del espíritu. No en vano también Cristo hizo sus retiros a la montaña para religar con el Padre Celestial y pronunció allí uno de sus más célebres sermones.

Niño kurdo junto a la bandera de aquel golpeado país que expone victoriosa al "Sol Invictus"

lunes, 2 de diciembre de 2013

El Islam, la Guerra Santa y la tradición aria en la percepción de Julius Evola


Giulio Andrea Evola (1898-1974) fue sin duda el filósofo más importante del fascismo italiano, un romanista, nacido en el núcleo de una noble familia siciliana de origen normando, que ostentó en vida el título de Barón y obtuvo del Duce (Benito Mussolini) el privilegio de exaltar las consignas republicanas. A Evola correspondió reedificar la mística del orgullo italiano, hundido en oscuros pantanos desde la Alta Edad Media, cuando la Italia Romana se convirtió en botín de los invasores germanos y la vida en sus múltiples regiones quedó asociada a reinos e imperios extranjeros.

En Evola resuenan ecos de un pasado glorioso, indisoluble del honor, de la lealtad y del amor por los símbolos raciales, religiosos y patrios, todo lo cual le posiciona como máximo referente del tradicionalismo. Fascista por convicción y por linaje, a temprana edad se alineó con el nazismo, manifestando años más tarde su abierta oposición a la barbarie y al pomposo culto a la personalidad que encarnaba el Führer. Nada le parece sin embargo más detestable que el Nuevo Orden Mundial -por aquel entonces en ciernes- plasmado por igual en el capitalismo como en el marxismo/socialismo y cuyos principales ejes son: el materialismo, el anti-nacionalismo, la anti-religión y el desprecio por la metafísica de la raza; apuestas que sólo pueden guiar al hombre y a las naciones al paroxismo biológico y espiritual, al fin de las ideas heroicas y de la integridad (de lo cual la separación entre religión, vida y política es sintomático), del honor y de la lucha por el "nosotros", de la sed de conquista y de progreso, entendido en términos no materiales.

Es por las razones arriba mencionadas que Evola contempla con nostalgia el fin de Occidente, del Occidente tradicionalista de antaño, aquel que era capaz de generar grandes proyectos colectivos en nombre del espíritu, fueran estas las cruzadas, el Sacro Imperio Romano-Germano o la Pax Romana. Taciturno entre los muros bombardeados de la Segunda Guerra Mundial, el barón llora lágrimas de tinta y se lamenta por la derrota de sus avatares, por aquellas batallas perdidas para siempre en favor del utilitarismo que ha ganado espacios a la consecuencia, a la rigidez valórica, al respeto por la tradición y por el honor patriótico y familiar.

La leyenda fundante de Roma: la de Rómulo y Remo siendo alimentados por la loba Capitolina, parece sin duda la fábula más absurda jamás contada, sin embargo posee todos los elementos de una epopeya guerrera, ayudando a identificar al romano con la naturaleza prima, dando impulso a su bravía conquistadora. Cuando Roma suavizó su espíritu cedió espacio a tradiciones y religiones foráneas mucho más elaboradas, pero paulatinamente perdió su imperio y sed de conquista, dejando hipotecada la historia de Italia al reparto de múltiples invasores.

Pocos quedan en Occidente y en la Italia pos guerra de Julius Evola, dispuestos a defender hasta la muerte un ideal, mucho menos llevar a cabo una guerra santa. En adelante, las fuerzas que mueven a Occidente poco tienen que ver con lo épico y lo sacro, cada guerra y cada revolución sopesa el materialismo, el honor se vendió al mejor postor, el amor dejó de ser aquella llama del espíritu que nos empuja a luchar y defender un ideal que supera la muerte y a un "nosotros" que nos define mucho más que las posesiones materiales. La triste evidencia sugiere que cada cosa, cada valor y cada sentimiento pasó a convertirse en un bien de consumo, hasta la política contraviene la tradición griega (la de los filósofos), no siendo más que una actividad de pillaje: a la derecha los privilegiados luchan por mantener sus parcelas de poder, a la izquierda los resentidos reclaman derechos donde no han fructificado virtudes, en el parecer del mismísmo Nietzsche.

Segregado el fascismo del continente europeo, Evola predice la disolución de su mundo, el antiguo orden. Ni Hitler ni Mussolini eran de hecho una gran opción -esto Evola lo manifiesta claramente- y sus regímenes de terror fueron justamente eso, coletazos desesperados por mantener en pie un mundo que ya no volverá y que se diluye cada día con la muerte de la tradición, para dar cabida a un orden mucho peor, de irreversible esclavismo. Tal vez el Islam -nos previene Evola- pueda poner en jaque a este Nuevo Orden Mundial de las no patrias, de las no religiones, de las razas diluidas y de las voluntades anuladas, el Islam y su concepto de "yihad" o guerra santa, que en Evola es la máxima expresión de una tradición ario-persa y ario-védica, ligada a la verdadera espiritualidad sufí y a las enseñanzas del Bhágavad-guitá.

La "yihad" consiste en dos naturalezas: una exotérica o pequeña yihad que es la guerra en su concepción tradicional (hombres contra hombres, naciones contra naciones, e imperios contra imperios), se considera inevitable, justificable, pero a la vez se intenta postergarla por la vía diplomática. Existe también una yihad esotérica o gran yihad liberada por el musulmán en su propio corazón, domeñando los bajos instintos, la pereza y los impulsos demoníacos que le alejan de Dios. Es esta última yihad la que Evola exalta como la esencia perdida de Occidente, destacando que mientras los espíritus deambulen a la sombra del materialismo, no seremos capaces de sacar a flote nuestra esencia divina: el ímpetu guerrero, la voluntad que desplaza montañas y que en tradición de los arios (persas, hindúes, romanos, germanos, vikingos, celtas, etcétera) trasciende la vida y es premiada tras la muerte con la ascención a los mundos superiores: llámese este Yanna, Valhalla, Nirvana, Paraíso o Campos Elíseos.

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sábado, 30 de noviembre de 2013

CRISTO: Entidad Solar


Estamos ad portas de celebrar una nueva navidad, pero después de 2013 años es curioso que muy pocos estén en conocimiento del origen simbólico de Cristo, quien lejos de ser un profeta judío con existencia real en la Palestina histórica, fue un plásmata (concepto de Philip K. Dick) o un imán (según el islam chiíta), es decir un arquetipo u entidad proveniente de los mundos superiores, encarnada en el mito, en las alegorías y los anhelos de los "hijos de la luz": seguidores de Mitras y de Ahura Mazda, los feligreces de la religión solar aria.

El nombre de Cristo, proviene de la palabra griega "Christos" que significa "el ungido", es decir un primo inter pares, nacido humano como cualquier otro, pero con una cualidad divina: la de ser mensajero o portador de la luz de Ahura Mazda, la misma que cargaba en su antorcha Prometeo, pupilo de Mercurio o el dios solar persa: Mitras, adoptado posteriormente por los romanos y que pudo haber sido eje de culto en Occidente, de no haberse inclinado Roma por el cristianismo como religión oficial.

En su máxima decadencia moral, espiritual, religiosa, económica y política, el Imperio Romano tuvo en Constantino al último gran estratega, que reunificó al imperio con el cemento de la nueva religión cristiana: un sincretismo entre el culto solar mitraico-ario y la figura histórica de un sabio judío, un tal Joshua (Jesús en español). De esta manera el cristianismo es otra tergiversación de la verdadera religión, combinando dos naturalezas de distinto origen en la figura de su salvador Jesús-Cristo (Joshua-Christos), por un lado un simbolismo grandilocuente solar-mitraico-ario: Christos y del otro, la filosofía de Joshua, ligada a la vida espiritual por sobre el materialismo y la fe en la resurrección, todo lo cual debió ser atractivo a los más desposeídos.

Anterior al cristianismo, el culto de Mitra fue el más extendido en el Imperio Romano, llegó a él por medio de los migrantes sirio-persas. A Mitras se lo representa como a un titán derrotando a un toro, en referencia a la victoria del hombre (o superhombre) sobre la naturaleza. Las corridas de toro -típicas en España- tienen un origen pagano, asociado al culto mitraico.

Puede que Joshua no haya sido siquiera judío, su nacimiento en Belén y prédica en Nazaret (tierras palestinas gobernadas débilmente por el reino de Judá), así como su abierto desprecio por los fariseos y sacerdotes de la época en Jerusalén, reflejan este indicio junto con el hecho de que las más antiguas referencias lo presentan como "el galileo", siendo la Galilea palestina, al igual que la Galacia anatólica, las principales colonias de origen celta o galo (de ahí sus respectivos nombres) que se conozcan en Medio Oriente. Se sabe también que Joshua -de haber sido judío- estaba muy lejos de la ortodoxia, ya que habría pertenecido a la secta de los esenios, en la cual se encontraba fuertemente enraizada la influencia greco-macedónica, las ideas del neo-platonismo y otras inspiraciones egipcias, persas, hindúes, además de las propiamente judías.

Fueron Saulo (el profeta Pablo) y otros seguidores judíos los que tergiversaron la rebelión ideológica de Joshua hasta transformarla en una nueva religión, fiduciaria del judaísmo. Los primeros cristianos fueron en su mayoría judíos en éxodo, luego los esclavos y las capas bajas de la sociedad romana, quienes por su limitada naturaleza estaban imposibilitados de comprender la filosofía esenia, mucho menos la crística.

De cara a una nueva celebración simbólica del nacimiento de Cristo, comprendamos que la Navidad es una celebración solar que festeja en el hemisferio norte la llegada del Solsticio de invierno, época de siembra para el año que viene. La luz de Cristo, es la luz de Dios, la acción creadora, sin la cual no es posible la vida; Cristo no es Dios, sino un profeta encarnado, un mensajero de los mundos superiores, como el Mahdi de los persas o el Buda de la India. Evitemos continuar viendo en Jesús-Cristo a un profeta judío, por sobre lo que realmente es: una alegoría libertadora, una manifestación de lo trascendente, la luz de Mazda filtrada en un mundo de sombras, hasta crear la ilusión óptica de "Cebra", en palabras del filósofo psicodélico Philip K. Dick.

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sábado, 23 de noviembre de 2013

Salomón: "Hombre de Paz"

Salomón y la corte del templo, recibiendo a la reina de Saba

"Shalom" y "Salam" son la definición de "Paz" en lengua hebrea y árabe respectivamente. Salomón, rey de Israel y referente simbólico de templarios y masones, más que un personaje real de la historia, encarna un arquetipo: el "hombre de paz": Shlomo en hebreo moderno y Suleiman en árabe, etimología de la cual derivan los nombres de Solomon en inglés y Salomón o Solimán en español. El nombre de su reino era Salem ("Tierra de Paz"), sobre la que los judíos edificaron el remedo Jerusalém, polis mística -en sus orígenes- que atrajo indistintamente la construcción simbólica de judíos, cristianos y musulmanes.

Parece ser que la verdadera raíz del nombre Salomón es la que deriva del árabe Suleiman (Salam-Man/Hombre-Paz), siendo el sufijo man la referencia a hombre y mente en lengua aria, la cual era empleada en la región del Levante con anterioridad a la llegada de los pastores semitas (entre ellos los cananeos y judíos) que se fusionaron u absorbieron a naciones cuya lengua vernácula era anatólico-indoeuropea: los pueblos hititas, hicsos, hurritas y pelásgicos, estos últimos ancestros de los filisteos (antiguos palestinos) y hebreos originales.

Es así como la leyenda de Salomón, al igual que muchas otras epopeyas bíblicas (como el "Diluvio Universal"), tendría un origen pre-judío, puesto que la historia del "rey justo" u "hombre de paz" proviene de los hebreos, una nación y raza distinta de los demiúrgicos judíos, que practicaba la religión solar de los antiguos arios y rendía culto a la Gran Luz. Los judíos por su parte, fue una raza de esclavos (tal como reflejan las historias de Moisés en Egipto y Abraham en Babilonia) que en su paso por las grandes civilizaciones de Medio Oriente a la par de ser sometidos, aprehendieron los aportes civilizadores de naciones mucho más avanzadas, convirtiendo al referente de Ahura Mazda de los arios en el dios tiránico, celoso y vengativo que es Yahvé: un Demiurgo o falso Dios, sustento de una filosofía o religión acorde a pueblos domeñados o sometidos que más que ver en Dios a un padre, un espíritu de amor y voluntad creadora, ven a un esclavista implacable, que a la vez es el as perfecto bajo la manga, pues siendo Yahvé el esclavista, no hay justificación posible para tolerar la dominación de otros seres humanos, y por el contrario surge el derecho de someter a los "goyim" como sacrificio al dios nacional.

La lámina muestra la repartición de Palestina en época bíblica. Nótese que el reino de Israel era distinto del de Judá y que los filisteos ocupaban una porción semejante de territorio al que están reducidos en la actualidad los palestinos por determinación sionista. La historia es un eterno retorno.

Las implicancias de esta nueva fe en Yahvé, fue la constitución de una nación sólida, tradicionalista pero también progresista, conformada por hombres y mujeres que cargan en sus frentes la seña del resentimiento. El judío en adelante (destinado a errar) se rebelará siempre de forma minuciosa y agazapada ante todo orden no judío: los estamentos de la Europa clásica, abolidos por la Revolución Francesa y el (falso) iluminismo, o la lucha de clases que terminó desatando no sólo la caída de la Rusia zarista en poder de los bolcheviques, sino que dos guerras mundiales desastrosas, son claras muestras de lo escrito, y que la vez son un simple reflejo de una guerra mucho más épica u cósmica (en palabras del barón Julius Evola), la lucha entre los nobles espíritus solares y las oscuras huestes del Demiurgo, entre los seguidores de Ahura Mazda y los esclavos de Yahvé.

Esta batalla cósmica de varios capítulos comenzó en Palestina, Egipto, Babilonia y el Imperio Romano en épocas remotas, continuó durante la Edad Media en Europa y engendró grandes hecatombes político-militares, durante el siglo pasado a nivel mundial. En 1947 la batalla retornó a Medio Oriente, plasmándose en el conflicto palestino-israelí (arquetipo del eterno retorno de las ancestrales luchas entre filisteos y hebreos contra judíos) y en la época en curso, avanza a pasos acelerados hacia una Tercera Guerra Mundial que enfrentará al islam ario, islam solar o islam persa (chií) contra el sionismo, cuya sombra envuelve a su favor no sólo a Estados Unidos y la mitad de Europa Occidental; el wahabbismo, el salafismo, el terrorismo islámico, el islam político y otras vertientes filosóficas del islam demiúrgico operan en la región a favor de Israel, puesto que la concepción de Alláh (Dios) en estas ideologías del resentimiento, está lejos de ser la de Ahura Mazda, el mal le reza siempre a Yahvé, del mismo modo que el Salomón judío tergiversa al Salomón hebreo hasta el punto de convertir al "hombre justo" u "hombre de paz" (un Imán o portador de la luz) en la encarnación arquetípica del súmmum imperialista.

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